Juan Manuel Solano Ortiz
Bebí mi taza caliente de canela que hizo mi madre para merendar, o tan siquiera intentar calentar un poco la panza. No se podía estar con el ventarrón de afuera. De sorbitos le bajaba el condenado frío a la noche. Temblaban mis manos al sujetar la taza de barro, peor que las viejitas en invierno.